MÓNICA MOLINA SALDARRIAGA
2011
Hablar de los procesos de
creación y reflexión estética en la modernidad, es pensar en términos de una
mutación continua de la imagen y los procesos de creación artística, en el
interior de espacios sociales que entran en unas grandes transformaciones económicas, sociales y culturales. Lo cual,
no solo cambia la función de la imagen y la creación artística, sino también la
forma de ver, sentir, pensar y vivir la obra de arte.
El siglo XVIII es una
época de notables alteraciones en la manera de percibir, y concebir el papel
que desempeña el arte. Así el discurso moderno abona el terreno, para
desarrollar una crítica entorno a las dinámicas que configuran los estilos de vida del individuo urbano,
pues este cotidianamente está una constante metamorfosis, y a su vez desea
participar activamente en diversos procesos culturales, y nuevas construcciones
simbólicas ante el quehacer artístico, lo cual le brinda nuevas posibilidades a
la obra de arte que se inserta en gran número de nuevas categorías, que
permiten construir otros esquemas de percepción con respecto a la obra de arte.
Nacimiento de Venus (1484), Sandro Botticelli. Galeria Uffizi |
Nacimiento de Venus, Joel Peter Witkin |
Es aquí donde comienzan
grandes reflexiones en torno al concepto de percepción “Estética”, lo cual
permite una ampliación no solo de sus fronteras teóricas, sino que permite, por
medio su estudio, incrementar la agudeza crítica del espectador frente a la
producción de obra y los objetos que se producen como arte. Situación que
mejora la función de la producción artística la cual va más allá de la simple
representación de algo, y le brinda la posibilidad a la obra de arte de ser
objeto de la idea.
Una nueva idea de hacer,
pensar y construir imagen entorno a la obra de arte, y bajo la cual se
ampliaban las lecturas abriendo el camino para desarrollar nuevos lenguajes de
la imagen artística. El nuevo pensar pone a la obra de arte supeditada a la sensación
y la percepción del sujeto, al mismo tiempo que determina la percepción
estítica en relación a las condiciones y los constructos sociales y culturales
bajo los cuales se des vuelven los individuos, extendiendo las referencias del
gusto y del placer en el entorno de las ciudades europeas del siglo XVIII.
Los discursos del hacer
artístico y en sí mismo de las nuevas formas de representación, que parten y se
validan desde las experiencias del individuo , las cuales están cimentadas en
la modernidad abandonan el carácter del juicio ante la obra de arte; las cuales
incorporan al nuevos discursos que amplifican los criterios de la razón del
pensamiento “Aun más en la experiencia se construye el sujeto como sujeto, como
sujeto moderno de una colectividad del gusto, que es, a su vez, fuente de
socialización” [1]
Las tres gracias (1630 - 1635), Pedro Pablo Rubens. |
Las tres gracias (1988), Joel Peter Witkin |
Es entonces, donde se
revalúa la concepción de belleza, la cual ya no está imbricada en el objeto
como tal; por el contrario, los nuevos preceptos insertados por los procesos de
la modernidad a los pensamientos de la construcción de un pensamiento estético
en relación al concepto de belleza, es advertido por la socialización y la
colectivización del gusto, en concordancia a la influencia que ejerce el
entorno sobre la percepción del individuo como ya lo planteamos anteriormente.
Quedan entonces los
preceptos de belleza sujetos al pensamiento del ser y no a la existencia del
objeto en sí, “la belleza no es una cualidad de las cosas en sí mismas; existe
sólo en la mente que la contempla y cada mente percibe una belleza diferente.” [2]
Es aquí donde podemos
abrir la reflexión en referencia a la coherencia y la mutualidad bajo la cual
responde, se valida y se re significa la imagen artística desarrollada en la
modernidad, la cual según Baudelaire tiene un vínculo directo con las
concepciones y los constructos sociales de la sociedad del siglo XVIII y bajo
la cual los artistas ven una cuan de imágenes notablemente bellas. “la belleza
está ligada a la cotidianidad de las costumbres burguesas, las cuales bajo el
manto de la modernidad tiende a ser mutables constantemente por lo tanto el
hacer artístico responde a esa metamorfosis social”,[3]
es así como se construye tránsitos del ser y el hacer, interpretando la
construcción artística como la posibilidad de un anecdotario humano, en torno a
la construcción de imágenes que evidencie como se está erigiendo la sociedad de
la modernidad del siglo XVIII, bajo la cual se está estructurando la cultura.
Cultura que superan la concepción limitada de la belleza por la belleza y
amplían el concepto al placer y al disfrute desde la sensación que produce la
imagen en sí misma, produciendo nuevas formas de comunicabilidad de la
producción artística.
BIBLIOGRAFIA
·
Bozal, Valeriano. Estética y Modernidad. Xiras, Ramon y
Subreville, David. Estética. Editorial Trotta. Madrid – 2003
·
Baudelaire, Charles. El pintor de la vida moderna. El Ancora
Editores. Bogotá, Colombia – 1995.
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