jueves, 25 de enero de 2018

MEMORIA, SIGNO COSTITUYENTES DE LAS FORMAS ESTETICAS.



MÓNICA LUCIA MOLINA SALDARRIAGA


Hablar de una paleontología de los símbolos a la luz del texto de Leroi – Gourhan, es recurrir a la huella sígnica impresa en el sujeto, huellas que se imprimen a través de su relación con el mundo y la interacción con los demás. Hecho por lo tanto que impregna  de  significación a cada uno de los objetos o comportamientos que hacen parte de su tradición dentro de un grupo social.
La incorporación de las huellas  que son expuestas al sujeto, ingresan en primera instancia a través de sus sentidos, el olfato, la vista, el tacto y el oído actuando como medios  en los cuales se sumerge la información que se depositará en la  a la memoria. Así la memoria funciona como un instrumento de exteriorización de los formas simbólicas que constituyen la identidad, ésta permite construir nexos de características estéticas que permiten detonar las caracterizaciones simbólicas de un grupo social. Por ello Leroi – Gourhan, “La memoria del hombre está exteriorizada y su continente es la colectividad étnica” (Leroi – Gourhan, 1977,256)
Cabe entonces comenzar la reflexión en torno a la  importancia del reconocimiento de las marcas sígnicas en una comunidad particular, huellas que se impregnan en la memoria del sujeto como habitante de un entorno y participe de unos rituales que constituyen parte de una cotidianidad.
Sin embargo para considerar la valides de dichos rituales en tanto que  se denotan como comportamientos estéticos de una comunidad o un sujeto, es necesario retomar la concepción de la estética en Leroi – Gourhan, en tanto que una estética expandida permite una reflexión más amplia en torno a las consideraciones de las construcciones sociales de las representaciones simbólicas, entendidas estas no solo como grafías, sino también como comportamientos que conservan una función útil. 
 Es necesario pensar en la exteriorización de este tipo de comportamientos, hechos, objetos o construcciones, para  imbricarlos y hacerles parte integral de un conjunto de representaciones, las cuales funcionan como elementos de carácter útil y de carácter simbólico generando unos estados sígnicos  que afectan a los miembros de un grupo, que a su vez contienen en su lenguajes un sistema simbólico común que les permite hacer lecturas coherentes de lo que están observando.
Por ello pensar en unos comportamientos estéticos en el contexto contemporáneo, los cuales no solo responden a un uso particular de la afección en torno al gusto subjetivo, es limitar y desconocer que el concepto de estética responde a un conjunto de comportamientos de un grupo, en ocasiones particulares y en otras ocasiones a hechos que son generales a varios grupos sociales. Al igual responden a una relación entre individuos, generando unos sistemas de participación  de las costumbres comunes que detonan las formas que estructuran sus lenguajes simbólicos, y al  tiempo como estos son impresos de manera particular en cada uno de sus memorias fisonómicas, les permite una singular forma de afectar y afectarse por la información que reciben.
Es necesario entonces en este punto desarrollar un poco el concepto del lenguaje y técnica planteado en el texto, para poder contextualizar de una mejor manera  los elementos que son grabados en la memoria, esto con el fin de servir de referencia para el desarrollo, construcción y elaboración de formas denominadas estéticas en torno a los comportamientos cotidianos que se construyen en una “etnia” y que le son comunes a los sujetos que la constituyen.
“Las manifestaciones estéticas poseen unos niveles de afloramiento variables y algunas revisten la misma significación en todas las sociedades humanas, mientras que la gran mayoría no es completamente significativa sino en el seno de una cultura determinada” (Leroi – Gourhan, 1977, p267)
La técnica entonces podemos entenderla como la explica Leroi – Gourhan, como el conjunto de mecanismos que diseña el hombre con el fin de poder exteriorizar e inmortalizar sus ideas a través del tiempo, desarrollando así nuevos caracteres funcionales. Sin embargo en la medida que el sujeto se aleja del material técnico como simple elemento útil y le introduce un capital simbólico lo denota por lo tanto el  lenguaje. Concepto bajo el cual se desarrollarán los múltiples contextos en los que se desarrollan las comunidades, por lo tanto cuando el lenguaje es común, y el cambio de información es constante la adquisición de nuevas formas sígnicas se hace más viable, coherente y confiable.
Por ello en la construcción del lenguaje se reivindican los símbolos, dados en primera instancia como grafías de representación, y en su evolución, como desarrollos tecnificados de esos múltiples códigos que indican lenguaje. Así entre ese intercambio sígnico es necesario  que el sujeto, al estar inmerso en el grupo social, tenga a su disposición más información memorizada, pues de esta manera va ser más fácil la comprensión, creación e interiorización de las nuevas construcciones estéticas del grupo en el cual se desarrolla.
Así alrededor de las formas simbólicas del lenguaje y los procesos técnicos desarrollados por el sujeto Leroi – Gourhan, define al sujeto como aquel que adopta las formas de codificación de los procesos estéticos, códigos están netamente vinculados a los medios de interiorización del mismo lenguaje, que a su vez permite el florecimiento de una concepción estética.
Se hace necesario entonces en estas condiciones redefinir el concepto de estética en torno a la disciplina filosófica, la cual limitaba en gran medida el estudio de esta al carácter de lo bello y al contexto del arte, sin embargo Gourhan, abre la puerta a una reflexión más amplia de esta y la introduce a la relación de los comportamientos humanos en torno a unos elementos de significación y que responden a unas formas de afloramiento variables y revestidas de significación, comunes a un grupo social.
La estética por lo tanto circula en torno a los procesos de evolución humana, esto nos permite pensar en la relación que la estética tiene directamente con el desarrollo del lenguaje dentro de un grupo social, el cual va mas allá de los procesos técnicos de la escritura, la oralidad o lo visual, elementos que abren los procesos de funcionalidad, tanto útil como significativa del entorno social y que responde a códigos simbólicos que están incorporados a priori en el sujeto.
Así solo somos consientes de las diferencias de  comportamientos, hechos, construcciones y objetos estéticos particulares de una sociedad, en tanto conocemos los referentes de otros, esto nos indica que esas otras formas del lenguaje, de las codificaciones simbólicas son exteriorizadas, y superan los límites de la funcionalidad útil del símbolo.
De esta manera es importante entender la importancia de aquellas huellas que  se impregnan en una sociedad con el fin de pensar la manera adecuada de cómo son sus relaciones y sus formas de consolidación, a través de la evolución de sus formas simbólicas, ofrecen una mutación continua del lenguaje y de la técnica, lo cual responde a la elaboración de una serie de significaciones que al ser exteriorizadas cobran valides en torno a la etnia o grupo social al cual pertenecen.
“En otras palabras, puesto que el nivel humano, la función técnica se exterioriza en el útil amovible y que el objeto percibido se torna también exterior a través de un símbolo verbal, el movimiento en todas sus formas visuales, auditivas y motoras, se liberaría también y entraría en el mismo ciclo de evolución” (Leroi – Gourhan, 1977, p 270)
          Podemos concluir entonces que es completamente necesario para hablar de comportamientos estéticos dentro de un grupo social, el conocimiento de la evolución de la técnica como del lenguaje simbólico. Técnica, lenguaje , signo, memoria y estética son conceptos indisolubles dentro de la configuración significante de una sociedad.
                                                                                                                               
BIBLIOGRAFIA
-       Leroi – Gourhan, A. 1977 – El gesto y la palabra, Caracas Venezuela.
 

domingo, 14 de enero de 2018

REFLEXIONES SUELTAS, LA RESIGNIFICACIÓN DE LA IDEA DE BELLEZA




MÓNICA MOLINA SALDARRIAGA
2011
Hablar de los procesos de creación y reflexión estética en la modernidad, es pensar en términos de una mutación continua de la imagen y los procesos de creación artística, en el interior de espacios sociales que entran en unas grandes   transformaciones   económicas, sociales y culturales. Lo cual, no solo cambia la función de la imagen y la creación artística, sino también la forma de ver, sentir, pensar y vivir la obra de arte.
El siglo XVIII es una época de notables alteraciones en la manera de percibir, y concebir el papel que desempeña el arte. Así el discurso moderno abona el terreno, para desarrollar una crítica entorno a las dinámicas que configuran  los estilos de vida del individuo urbano, pues este cotidianamente está una constante metamorfosis, y a su vez desea participar activamente en diversos procesos culturales, y nuevas construcciones simbólicas ante el quehacer artístico, lo cual le brinda nuevas posibilidades a la obra de arte que se inserta en gran número de nuevas categorías, que permiten construir otros esquemas de percepción con respecto a la obra de arte.

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Nacimiento de Venus (1484), Sandro Botticelli. Galeria Uffizi
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Nacimiento de Venus, Joel Peter Witkin

Es aquí donde comienzan grandes reflexiones en torno al concepto de percepción “Estética”, lo cual permite una ampliación no solo de sus fronteras teóricas, sino que permite, por medio su estudio, incrementar la agudeza crítica del espectador frente a la producción de obra y los objetos que se producen como arte. Situación que mejora la función de la producción artística la cual va más allá de la simple representación de algo, y le brinda la posibilidad a la obra de arte de ser objeto de la idea.

Una nueva idea de hacer, pensar y construir imagen entorno a la obra de arte, y bajo la cual se ampliaban las lecturas abriendo el camino para desarrollar nuevos lenguajes de la imagen artística. El nuevo pensar pone a la obra de arte supeditada a la sensación y la percepción del sujeto, al mismo tiempo que determina la percepción estítica en relación a las condiciones y los constructos sociales y culturales bajo los cuales se des vuelven los individuos, extendiendo las referencias del gusto y del placer en el entorno de las ciudades europeas del siglo XVIII.

Los discursos del hacer artístico y en sí mismo de las nuevas formas de representación, que parten y se validan desde las experiencias del individuo , las cuales están cimentadas en la modernidad abandonan el carácter del juicio ante la obra de arte; las cuales incorporan al nuevos discursos que amplifican los criterios de la razón del pensamiento “Aun más en la experiencia se construye el sujeto como sujeto, como sujeto moderno de una colectividad del gusto, que es, a su vez, fuente de socialización” [1]

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Las tres gracias (1630 - 1635), Pedro Pablo Rubens.

Joel-Peter Witkin, "The Three Graces", 1988
Las tres gracias (1988), Joel Peter Witkin

Es entonces, donde se revalúa la concepción de belleza, la cual ya no está imbricada en el objeto como tal; por el contrario, los nuevos preceptos insertados por los procesos de la modernidad a los pensamientos de la construcción de un pensamiento estético en relación al concepto de belleza, es advertido por la socialización y la colectivización del gusto, en concordancia a la influencia que ejerce el entorno sobre la percepción del individuo como ya lo planteamos anteriormente.

Quedan entonces los preceptos de belleza sujetos al pensamiento del ser y no a la existencia del objeto en sí, “la belleza no es una cualidad de las cosas en sí mismas; existe sólo en la mente que la contempla y cada mente percibe una belleza diferente.” [2]
 
Es aquí donde podemos abrir la reflexión en referencia a la coherencia y la mutualidad bajo la cual responde, se valida y se re significa la imagen artística desarrollada en la modernidad, la cual según Baudelaire tiene un vínculo directo con las concepciones y los constructos sociales de la sociedad del siglo XVIII y bajo la cual los artistas ven una cuan de imágenes notablemente bellas. “la belleza está ligada a la cotidianidad de las costumbres burguesas, las cuales bajo el manto de la modernidad tiende a ser mutables constantemente por lo tanto el hacer artístico responde a esa metamorfosis social”,[3] es así como se construye tránsitos del ser y el hacer, interpretando la construcción artística como la posibilidad de un anecdotario humano, en torno a la construcción de imágenes que evidencie como se está erigiendo la sociedad de la modernidad del siglo XVIII, bajo la cual se está estructurando la cultura. Cultura que superan la concepción limitada de la belleza por la belleza y amplían el concepto al placer y al disfrute desde la sensación que produce la imagen en sí misma, produciendo nuevas formas de comunicabilidad de la producción artística.
  
BIBLIOGRAFIA
·         Bozal, Valeriano. Estética y Modernidad. Xiras, Ramon y Subreville, David. Estética. Editorial Trotta. Madrid – 2003
·         Baudelaire, Charles. El pintor de la vida moderna. El Ancora Editores. Bogotá, Colombia – 1995.



[1] Bozal, Valeriano – Estética y modernidad en  Xiras, Ramon y Subrevilla, David – Estética -  Editorial Trotta – Madrid - 2003
[2] Ibíd.
[3] Baudelaire, Jean – El pintor de la vida moderna - El Ancora Editores. Bogotá, Colombia – 1995.